Una vez más, como todos los 25 de julio (así fueron mis 49), volvemos a cumplir años. La segunda mitad de la vida ya está aquí. En esta ocasión son cincuenta los años. Los diez lustros, o las cinco décadas, ya han llegado. Cumplimos 50 con paz, humor, amor, ilusión, alegría y entusiasmo, y damos comienzo a una nueva década viéndola de color rosa.

Partimos con la ventaja y con la experiencia de lo aprendido durante la primera mitad de la vida; siempre relacionada con la conquista, con la lucha, con la persecución de nuestras ilusiones, anhelos y con una felicidad, soñada e indeterminada que vamos persiguiendo y alcanzando mientras nos desarrollamos y crecemos. En esta segunda mitad, en cambio, podemos viajar ligeros, si hemos tenido la suerte de llegar con los deberes hechos, necesitando cada vez menos de todo aquello que viene de fuera.

Ya lo decía Ralph Waldo Emerson, escritor, poeta y filósofo estadounidense: “No busques nada fuera de ti mismo”. “No puedes huir de lo que está dentro de ti”, añadía. Pues tal y como dijo Buda Gautama: “El hombre que tiene miedo, busca refugio en los montes, en los bosques sagrados o en los templos. Sin embargo tales refugios no sirven, pues allí donde vaya, sus pasiones y sus sufrimientos lo acompañarán”. Hoy lunes 25 de julio de 2022 doy comienzo a esta segunda mitad de la vida con el objetivo de no buscar fuera ni escapar de lo que llevo dentro. Y con la promesa de no sacrificar mi libertad por mantener intacta la sensibilidad de los demás, ni necesitar de la aprobación de la gente para actuar.

«Nada es tan sagrado como la integridad de tu propia mente» dijo también el nacido en Boston, Massachusetts, un también día 25, pero de mayo de 1803. En esta segunda mitad de la vida uno no desea más que manejar el arte de la coherencia, viviendo dentro de una sociedad pero a la vez guardando celosamente su soledad y sabiendo que cada cual, para estar satisfecho y feliz, debe vivir siguiendo su verdad y, a pesar de los vaivenes y los zigzags, seguir un rumbo.

Y con la intención de marcar bien las coordenadas para el tiempo de vida que me queda me permití el lujo, durante este último año, de seguir personalizando mi cuerpo al espíritu que lo habita con el mapa de coordenadas de esta segunda mitad de la vida. Y lo hice además respetando la línea del tiempo que la separa de la primera. En dicho mapa ÍTACA me seguirá recordando que el viaje es siempre más importante que la meta, y que el objetivo es disfrutar del camino, sea cual sea el destino. SAPERE AUDE, acuñada por Quinto Horacio Flaco y popularizada por el filósofo Immanuel Kant, me hará seguir teniendo presente la importancia de tener el valor de usar mi propia razón, y de atreverme a saber y a pensar.

La locución latina de DEO VOLENTE, que viene a significar “Si Dios quiere”, “Dios mediante” o “Con la voluntad de Dios”, me recordará que a pesar de lo que yo quiera, la vida tiene sus planes para mí. Mientras OMNIA IN BONUM me ayudará a aceptar que “todo lo que sucede es para bien”, incluso aquello que en primera instancia se presenta como algo negativo, y me dotará de fortaleza y esperanza en los contratiempos. OMNIA VINCIT AMOR, acuñada por Virgilio en uno de sus poemas hace milenios, me recordará que el “amor todo lo vence” o que “el amor siempre triunfa”. Un tópico literario que el poeta romano completaba con un “Et nos cedamus amori”, que viene a significar “dejémonos vencer por él”. 

ARETE continuará siendo el eje de la espina dorsal, no por nada era el término con el que en la Antigua Grecia designaban la excelencia de algo o alguien, adquirida a través de la enseñanza y la educación. Aristóteles se refería también con este término a la virtud de los hombres de actuar guiados por la razón y la moral. La ATARAXIA será también otro de los objetivos y propósitos espirituales para esta segunda mitad de la vida. Un término que en la filosofía griega era sinónimo de imperturbabilidad, fundamental para vivir en calma. Arthur Schopenhauer la definía como la “ausencia de perturbaciones” y Ralph Waldo Emerson como una paz mental que se alcanza a través del triunfo de los principios morales. 

El término griego de EUDAIMONIA me ayudará a no olvidar el propósito de la vida: la felicidad. Una felicidad o bienestar que los estoicos alcanzaban a través de la virtud (Arete), su práctica y la tranquilidad del alma (Ataraxia). Y un término que procede de las palabras “eu” (bueno) y “daimon” (espíritu). MEMENTO MORI (Recuerda que morirás); me hará recordar nuestra inmortalidad. Años antes del nacimiento de Cristo, en la Antigua Roma, utilizaban este término para recordar a los militares triunfantes que se alejaran de la soberbia de la victoria, pues seguían manteniendo su condición, como seres humanos, de mortales. Y finalmente CARPE DIEM, que en su traducción literal vendría a significar “aprovecha el día”, me animará a disfrutar del momento presente sin tener una excesiva preocupación del futuro. 

Y todo esto lo recordaré pensando que “el mapa no es el territorio” y que la representación del mundo que nos rodea y nuestra percepción sobre este no coincide exactamente con la realidad y que a veces, incluso, se aleja. Durante esta segunda mitad de la vida tampoco olvidaré que “solo vivir es útil, no haber vivido”. Que la verdadera vida, tal y como dijo Edgar Morin, no se halla tanto en las necesidades utilitarias de las que nadie puede escapar, como en el cumplimiento de uno mismo y en la calidad poética de la existencia, que quien elige el camino del corazón nunca se equivoca, y que solo deberíamos de hacer aquello en lo que creemos profundamente. 

Durante el tiempo de vida que me queda también intentaré cuidar, ante todo, ser siempre igual a mí mismo. Algo que para la filósofa Mónica Cavallé no significa otra cosa que estar en conexión con lo que nos hace ser nosotros mismos y no temer ser o expresar lo que somos ni pretender ser lo que no somos. La autenticidad, dice, solo puede ser total; no admite concesiones, y conlleva el compromiso de intentar serlo siempre y por encima de todo. 

Y hoy, también por encima de todo, no puedo más que sentirme un afortunado AD IMO PECTORE (desde el fondo de mi corazón) y IN PERPETUUM ET UNUM DIEM (hasta siempre y un día más) por el tiempo vivido y por el maravilloso privilegio de tener la oportunidad de disfrutar del que me queda. Así pues levamos anclas, ajustamos velas y damos comienzo a un nuevo viaje. Nos vemos en el camino.

Jon Pascua Ibarrola