Más allá del bien y del mal, de perder y de ganar

“El que no está dispuesto a perderlo todo no está preparado para ganar nada”, Facundo Cabral.

«Al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia» decía Joseph Rudyard Kipling, escritor y poeta británico, queriendo buscar remedio a nuestra mala costumbre de magnificar tanto los éxitos y las victorias como las derrotas y los fracasos. «En tiempos arduos hay que conservar la ecuanimidad, lo mismo que en buenos un ánimo que domina prudentemente la alegría excesiva» dijo Quinto Horacio Flaco, poeta romano del cual decían expresaba aquello que deseaba con una perfección casi absoluta, antes del nacimiento de Cristo. 

Arthur Schopenhauer, el apodado filósofo pesimista, hacía también referencia a esta ecuanimidad y mesura en la regla número diecinueve de su ensayo “El arte de ser feliz”, en el cual decía: «No hay que entregarse a grandes júbilos ni a grandes lamentos ante ningún suceso, porque la variabilidad de las cosas puede cambiarlo todo en cualquier momento». «El hombre que se mantiene sereno ante los accidentes de la vida, solo muestra que sabe cuán inmensas y diversas son las posibles contrariedades de esta», añadía también en una decimoquinta regla. 

Tras una vida corriendo detrás de un balón, mejor dicho intentando detenerlo en mi etapa como jugador y ayudando a otros a hacer lo mismo en mi periplo como entrenador, y habiendo perdido más veces de las que he ganado, he llegado a la conclusión de que lo único prudente no es otra cosa que desear con fuerza, actuar con una actitud acorde a la magnitud de ese deseo y aceptar el resultado. Todo depende de nosotros, todo está en nuestras manos (desear, actuar y aceptar), excepto el resultado. 

Pero mientras desear con fuerza es algo que hacemos con facilidad, actuar con una actitud acorde a la magnitud de ese deseo nos resulta más complejo. La experiencia nos dice que es siempre más fácil tener el deseo de ganar que prepararse conscientemente y actuar con honestidad para ello. Entendiendo “actuar con honestidad” como la capacidad de realizar un esfuerzo total, más allá del egoísmo, el estado de confort y la comodidad. Desgraciadamente, el esfuerzo no entiende de gustos ni de fútbol, y exige lo mismo en defensa y en ataque, en competición y entrenamientos. Seas titular o no, exige el mismo nivel de compromiso. Parafraseando a William Shakespeare: Ser o no ser. Esa es la cuestión”. Me refiero a ser, sí, pero a ser honesto.

Y es solamente cuando “hacemos con buena voluntad lo que se puede”, es decir; que actuamos con una actitud honesta y acorde a la magnitud de nuestro deseo, que podremos aceptar un desenlace que no está únicamente en nuestras manos sino también en las del azar (llámese incluso VAR) y en las del adversario. Porque tal como decía el filósofo austriaco: “una vez que un infortunio se ha producido y no se puede remediar, no podemos permitirnos pensar que pudiera haber sido de otra manera”. De otro modo, añadía, “nos convertiríamos en torturadores de nosotros mismos. Un mal que nos ha afectado no nos atormenta tanto como pensar en las circunstancias que lo podían haber evitado”. A toro pasado todo son llantos. Quizás antes que ganar, tendríamos que aprender a perder. 

“Reflexionar a fondo sobre una cosa antes de emprenderla, pero, una vez que se ha llevado a cabo y se pueden esperar los resultados, no angustiarse con repetidas consideraciones de los posibles peligros, sino desprenderse del todo del asunto, mantener el cajón del mismo cerrado en el pensamiento y tranquilizarse con la convicción de que en su momento se ha ponderado todo exhaustivamente”, añadía.

“Alea jacta est” (la suerte está echada), dijo Julio César, momentos después de cruzar el río Rubicón con sus legiones. Vivir más allá del bien y del mal, de perder y de ganar, no es otra cosa que dominar el arte del esfuerzo sin limitaciones, sin comodidades y sin sesgos. Ya lo dijo Marco Tulio Cicerón, jurista, político, filósofo, escritor y orador romano: “Mi conciencia tiene más peso para mí que la opinión de todo el mundo”.