Dijo en una ocasión Michel de Montaigne que “Toda persona honrada prefiere perder el honor antes que la conciencia”. Quizás es lo que pensaron los empleados de un pequeño restaurante de Taguig (Filipinas) al que de vez en cuando acudo a almorzar mientras edito algún vídeo, envió algunos emails, escribo algún articulo o programo las publicaciones de mis redes sociales.
Cuando llego al restaurante, ni tan siquiera me preguntan lo que quiero comer pues saben, desde hace un tiempo, que sus “Eggs Benedict” (Huevos Benedict) me encantan. Nunca hemos entablado conversación. La comida y mis quehaceres me mantienen completamente ocupado, y ni tan siquiera muevo la cabeza para mirar más allá de lo que son la pantalla de mi ordenador y mi plato.
Apenas interrumpen mis rutinas cuando acudo, y tan sólo se dirigen a mi mesa en dos ocasiones. La primera para entregarme esos “Benedict” que tanto me gustan y la segunda para retirar el plato una vez acabado este, con objeto de que pueda seguir a mis asuntos con comodidad. Aquel día la factura ascendió a cerca de 360 pesos, los cuales pagué con un billete de 1.000 pesos y otros 3 de 20 que vienen a ser algo más de 20 euros al cambio.
Como siempre, aún con la cabeza ocupada en mis quehaceres, me olvide de coger las “vueltas”. 700 pesos (14 euros), el importe del cambio, se quedaron en ese restaurante de Filipinas aquel día, algo más de una semana antes de que cogiera un avión de vuelta a España para pasar 15 días con objeto de atender varios asuntos personales, entre ellos el entrañable “Congreso Internacional del Fútbol de Pinosport”.
A mi vuelta a Filipinas hace apenas algo más de una semana, cuando cruzaba el restaurante durante uno de mis habituales paseos y momentos de vida interior (provocados por la música que salía desde los auriculares de mi iphone), alguien me tocó la espalda. Era una de las empleadas del restaurante.
Había pasado por delante de este dejándolo unos cincuenta metros atrás y la empleada venía corriendo detrás de mi al yo no hacer caso a su llamada al no poder escuchar nada del exterior debido al volumen de mi música. Me entrego el papel que aparece en la foto de portada (sobre estas líneas), y en el venían grapados los 700 pesos (14 euros) de mi cambio junto al ticket o factura (junto a estas líneas). ¡Ni tan siquiera me acordaba!.
En “tagalo”, lengua local de Filipinas, el papel ponía: “El cliente volverá por ello. Sir Tatoo”. Sucedió un 6 de mayo de 2016 (a pesar de que tal y como escriben la fecha puede parecer que sucedió un 5 de junio de 2016), y a pesar del tiempo transcurrido el “cambio” volvió a mis manos. Nunca un paseo fue tan fructífero y tan bien pagado. Exactamente 700 pesos, 14 euros al cambio.
Y todo gracias a la “conciencia” de unos empleados que hicieron buena la frase de Michel de Montaigne sobre las personas honradas y se negaron a perderla. Desde aquí con estas letras, tal y como lo hice en su día, agradecerles el detalle hacia mi persona.
¿La frase del día de hoy? “El honor de un hombre no está en mano de los demás; está en nosotros mismos y no en la opinión pública. No se defiende con la espada ni con el escudo, sino con una vida íntegra e intachable” (Jean-Jaques Rousseau). Desde Filipinas como siempre con amor mucho amor “Sir Tatoo”, también conocido por algunos, sólo por algunos, como Jon Pascua Ibarrola.